miércoles, 4 de noviembre de 2009

Andrew Dominik, talento oceaníco.


Director con tan solo dos películas, nacido en Wellington (Nueva Zelanda) el 1967, pero de origen australiano, estudió en la Swinburne Film School de Melbourne donde se graduó en 1989, sus primeros trabajos consistieron en videoclips musicales, como la canción de The Cruel Sea, The Honeymoon is Over (http://www.youtube.com/watch?v=KKnVp8GWTRE).

En el 2000 dirigió su primera película, Chopper, un biopic sobre el famoso criminal australiano Mark Brandon Read, alias Chopper, con Eric Bana en el papel protagonista y con la que es sin duda su mejor interpretación hasta la fecha, una película en la que tuvo que engordar muchos kilos, conocer al propio Chopper y tatuarse toda la espalda y el pecho.
La pelicula, repleta de humor negro y de guiños al cine de Scorsese, narra la vida de el criminal, el tiempo que pasó en la cárcel y sus primeros asesinatos. Es un más que correcto film independiente (una de las mejores películas australianas en muchos años), con la que Dominik comenzaría a cosechar cierta fama.

Tardó unos siete años en realizar su segundo y mejor film, una obra maestra de largo título y duración, llamada: El asesinato de Jesse James por el conarde Robert Ford; un western crepuscular interpretado por Brad Pitt y Casey Affleck (los dos magníficos, pero sobretodo el segundo) en el que se desmifica y se narra sin ningún tipo de concesión y sensiblerismo la historia del bandido/criminal Jesse James.
Un obra de arte de casi 3 horas ( la versión original aún inédita dura 4), en la que sobresale una de las fotografías más impactantes, bellas y meláncolicas de la historia del cine (bajo la tutela del viejo maestro Roger Deakins) y una turbadora y alucinante banda sonora compuesta por los (fantásticos) músicos Nick Cave y Warren Ellis.

Dominik, adaptando un libro de Ron Hansen, hace una muestra de su técnica y de su poderío con esta película, una obra gigantesca, con ecos a Malick (trabajó como ayudante de dirección en "El nuevo mundo" del propio Malick) e incluso al mejor Peckinpah (Pat Garret y Billy the Kid), un ejercico totalmente objetivo y justiciero, y una de las obras más infravaloradas de lo que llevamos de siglo.

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